Un agente marcado por la barbarie de ETA
A Salvador Meléndez (malagueño, casado, 34 años), nunca se le fue de la cabeza la imagen de su compañero Juan Carlos Beiro agonizando entre sus brazos. Ambos eran compañeros en el cuartel de Leiza, el mismo que ayer volvió a ser noticia. El 24 de septiembre de 2002, una bomba de ETA hizo explosión en el pueblo y alcanzó de lleno a Juan Carlos. Le destrozó el vientre, pero no acabó con su vida en el acto.
Salvador fue uno de los primeros agentes que acudió en su auxilio. Intentó reanimarle, pero vio cómo su vida se escapaba poco a poco. El guardia no puedo superar las terribles heridas provocadas por la metralla y falleció poco después. La imagen de su compañero mortalmente herido se quedó grabada a fuego en la cabeza de Meléndez. "Se quedó muy tocado", afirman fuentes cercanas al guadia civil.
A los pocos meses del atentado, Salvador salió de allí y sirvió en otros lugares; el último, Galicia. Pero hace unos meses volvió al pueblo navarro. Había pedido su regreso voluntario. Fuentes cercanas al agente explican que el atentado llegó a ser una obsesión para él. No lograba olvidar la imagen de su compañero herido.
Fuente: El Mundo, 30 de noviembre de 2009
A Salvador Meléndez (malagueño, casado, 34 años), nunca se le fue de la cabeza la imagen de su compañero Juan Carlos Beiro agonizando entre sus brazos. Ambos eran compañeros en el cuartel de Leiza, el mismo que ayer volvió a ser noticia. El 24 de septiembre de 2002, una bomba de ETA hizo explosión en el pueblo y alcanzó de lleno a Juan Carlos. Le destrozó el vientre, pero no acabó con su vida en el acto.
Salvador fue uno de los primeros agentes que acudió en su auxilio. Intentó reanimarle, pero vio cómo su vida se escapaba poco a poco. El guardia no puedo superar las terribles heridas provocadas por la metralla y falleció poco después. La imagen de su compañero mortalmente herido se quedó grabada a fuego en la cabeza de Meléndez. "Se quedó muy tocado", afirman fuentes cercanas al guadia civil.
A los pocos meses del atentado, Salvador salió de allí y sirvió en otros lugares; el último, Galicia. Pero hace unos meses volvió al pueblo navarro. Había pedido su regreso voluntario. Fuentes cercanas al agente explican que el atentado llegó a ser una obsesión para él. No lograba olvidar la imagen de su compañero herido.
Fuente: El Mundo, 30 de noviembre de 2009
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