miércoles, 12 de febrero de 2014

Ignacio Larrañaga

La sabiduría consiste en aceptar con paz el hecho de que podemos poco y en poner en acción todas nuestras energías para rendir al máximo en ese poco.
He conocido en mi vida innumerables personas hundidas en la frustración. En los días de su juventud, soñaron con los más altos ideales (éxito profesional, felicidad conyugal, santidad, tendencia política).

Pasaron los años, durante largas épocas consiguieron mantener en alto la antorcha de la ilusión. Más tarde, al comprobar paso a paso la distancia que existía entre los sueños y la realidad, vieron que sus ilusiones, una a una, se las iba llevando el viento. Hoy, a los cincuenta años, se les ve decepcionados y escépticos, ya no creen en nada, su ideal se convirtió en su sepultura. En verdad no había sido un ideal sino una ilusión.

El ideal es la integración de una ilusión más una realidad.

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Nadie puede hacer feliz a nadie. La felicidad es un estado mental en el que sólo uno mismo puede entrar y que no depende de tener más o menos problemas. Desde la psicología cognitiva nos atrevemos a afirmar que la salud no es esencial para la felicidad.

No nos preocupemos tanto de la salud y más de disfrutar la vida. La enfermedad también es una oportunidad para descubrir el auténtico amor desinteresado, ese que siempre es sereno, pleno y que da sentido a la existencia.

Originalmente el hombre es contingencia, precariedad, limitación, impotencia…..esta es la fuente más profunda del sufrimiento humano. EL ERROR fundamental del hombre consiste en vivir entre sueños y ficciones. En cambio, el capítulo primero de la sabiduría consiste en mirar todo con los ojos abiertos, permanecer sereno y sin pestañear ante las asperezas de la realidad, aceptándola como es, aceptando que somos esencialmente desvalidos, que es muy poco lo que podemos, que nacemos para morir, que nuestra compañía es la soledad, que la libertad está mortalmente herida, que con grandes esfuerzos vamos a conseguir pequeños resultados.

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Los familiares del enfermo, necesitan tomar conciencia de la naturaleza de la depresión y dar al paciente afecto, mucho afecto, más que nunca. Deben tener con él una enorme comprensión y una infinita paciencia.

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Obsesión:
A la obsesión hay que dejarla, si se dejara ella misma iría perdiendo fuerza. Y dejar consiste en aceptar que no vas a dormir, aceptar que no vas a actuar brillantemente ante aquellas personar, aceptar que éstos o aquéllos no te quiera, aceptar que hayan hablado mal de ti, no haber acertado en el proyecto…..Sólo con este aceptar disminuirían muchas de tus obsesiones y algunas desaparecerían por completo.

El estado de obsesión depende también de los estados de ánimo, cuando un sujeto se halla en un estado altamente nervioso será presa de una crisis obsesiva mucho más fácilmente que cuando está relajado y tranquilo.
Practica constantemente el ejercicio del vacío mental. Si hablan mas de ti no te defiendas. Si te salen bien las cosas no te justifiques no des entrada a la autocompasión. No busques elogios. Rehuye los aplausos.

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