lunes, 18 de marzo de 2013

Decisión fundamental


       Al ver las injusticias, atropellos, crímenes y tropelías varias, en cualquier lugar, se suele decir. “Dios no existe, pues de existir, no consentiría nada de esto”. Esta idea no me parece una prueba irrebatible, por lo que explicaré. Creo que lo honrado es afirmar: “yo CREO que  Dios existe o yo CREO que no existe”, sin más, sin pruebas por parte de ninguna postura.
      Veamos, en el caso de quienes creen que no existe Dios (o el nombre que se prefiera dar: energía, energía vital, energía universal o cósmica, espíritu, Espíritu Santo…) no hay más que hablar y en consecuencia su vida no será tutelada por nada ni por nadie. Cada uno es dueño y señor de lo que haga sin atenerse a ningún mandamiento o código. Sin normas- algo imposible en sociedad- todo le estará permitido y podrá hacer lo que se le antoje sin que nadie le pida cuentas, excepto la justicia humana, si le pilla conculcando alguna norma de las que nos hemos dado para convivir pacíficamente o porque tiene poder y esas reglas las cambia o suprime a su gusto; vamos la conocida ley del embudo.
      Sin embargo  quienes “creen” en Dios, se someten consecuentemente a sus mandatos, a lo establecido por la divinidad. Tratarán de cumplir esos mandamientos y cuando no lo hagan, deberán arrepentirse y pedir perdón por salirse de lo indicado y prometer no volver a incurrir en falta o al menos a intentarlo con todas sus fuerzas. En definitiva los creyentes, admiten la normativa dada por Dios, para regir sus vidas. Normas que encajarán perfectamente con los códigos humanos, los que nos hemos ido dando y perfeccionando para vivir en paz social.
      He aquí la inmensa diferencia entre creyentes y no creyentes. Los primeros cumplirán las normas escritas por la deidad en su corazón.  Los otros- al menos en un importante porcentaje: los insensibles y menos humanos - en su corazón, solo tienen una norma: hacer lo que les plazca, no reconocen poder humano ni divino, que les someta, con lo que todo les está permitido y todo vale.
      De manera, que Dios da unos mandamientos para conducirnos en sociedad pacifica y justamente y para mejorar o evolucionar y perfeccionarnos como humanos. De manera que los que no reconocen esas normas, quedan libres de realizar cualquier fechoría por malvada que sea, excepto se lo impidan las policías y guardas puestos con ese fin. Por tanto, no es Dios el que permite el mal, son ciertos individuos que lo practican encantados. Dios  ha mostrado cómo comportarnos (no nos ha dejado desamparados en sociedad) y luego nos ha dejado libres, para que decidamos por nosotros mismos. Pues caso de obligarnos, seriamos como robotitos, que seguiríamos indefectiblemente un programa establecido en nuestra mente, sin posibilidad de mejorar nunca jamás (como cualquier máquina con un programa, del no pueden salirse) Pero somos libres, podemos seguir o no las instrucciones sembradas en nuestros corazones y evolucionar hacia la consciencia y la lucidez. O podemos no seguir esas normas e involucionar hacia la inconsciencia y la negatividad sombría. Sin duda esta es la crucial decisión de todo humano en la vida, y las pertinentes consecuencias para todos y no solo para quien decide.
                                                               Lusán, 17 de marzo de 2013

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